El cielo me dio dos hijas, dos niñas preciosas que iluminaron mi juventud y ayudaron a permanecer a ese niño que aún llevo dentro. Eran mis juguetes, mis mascotas, las niñas de mis ojos. Desde su más tierna infancia mostraron su carácter totalmente distinto, eran (y son) como dos polos opuestos; toda la experiencia que fuimos adquiriendo con Silvia, nos sirvió de poco con Diana, no quedó otro remedio que partir de cero e incluso de bajo cero ya que en muchos aspectos tuvimos que “desaprender” lo aprendido.
Fueron creciendo y los problemas y vivencias evolucionaron con ellas. Gloria y yo tuvimos claro desde un principio que no cederíamos a chantajes emocionales, y que seríamos una piña en la difícil tarea de educar a nuestras hijas. Les infundimos los valores que habíamos recibido de nuestros padres, respeto, amor a la lectura, a la música. Les enseñamos que nada se consigue sin esfuerzo, y que no todo lo que se desea es bueno ni asequible.
No fue un camino de rosas, ya desde niñas mostraron su fuerte carácter, y defendían sus intereses con uñas y dientes cada una a su manera. El paso por la adolescencia y la primera juventud fue difícil, procuramos darles la libertad suficiente para que adquirieran responsabilidad, horas de diálogo (a veces monólogo), ahora pienso que incluso excesivo, un día sí y otro también; no había nada que justificar, pero sí explicar nuestras razones. Hubo roces y hasta choques, pero siempre prevaleció el respeto mutuo y el cariño por encima de todo.
Y poco a poco se fueron haciendo mujeres… mujeres fuertes e independientes, mujeres hermosas y libres. En cuanto sus alas pudieron sostenerlas, abandonaron el hogar para formar sus propios nidos, cada una a su manera, cada una a su estilo. Hoy son personas luchadoras, que eligen y que como todos, a veces aciertan y otras se equivocan, pero sobre todo son libres, capaces de volar muy alto sin abandonar el nido.
Cuando “al volver la vista atrás, veo la senda que nunca se ha de volver a pisar”, no puedo por menos que enjugar unas lágrimas, pero lo que me llena de dicha, es vislumbrar el camino que se abre ante nuestros ojos. Sólo pido que un día se sientan tan orgullosas de mí como yo lo estoy ellas.
1 comentario:
Seguramente lo estarán, amigo.
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