Posiblemente esté usted sin trabajo o con su pequeña empresa a punto de cerrar. Seguramente estará maldiciendo a esos especuladores bursátiles que crean el caos, hunden el Euro y se ceban en nuestra deuda cuando más falta haría el orden y la confianza.
Presumiblemente, como es un hombre precavido, habrá invertido sus ahorros en fondos de inversión, de esos que le aseguran una rentabilidad razonable contra viento y marea. Pues bien caballero, siento informarle que ha pagado usted a sus propios verdugos.
Estos fondos, suman miles de millones de Euros, que a su vez pueden ser convertidos en dólares depende de los intereses especulativos del momento. Hasta hace unos meses, el Euro subía imparable lastrando nuestras exportaciones, mientras el dólar se hundía, lo que a la vez, rebajaba nuestra factura petrolera. Ahora los especuladores quieren recoger los beneficios y venden los Euros a espuertas, ocasionando la bajada de la moneda. Lo mismo hacen con acciones, inmuebles o cualquier objeto susceptible de generar plusvalías inmediatas.
Mientras los gestores de estos fondos, se forran a costa de la economía mundial, usted pierde su trabajo y su empresa, eso sí, con un poco de suerte, de aquí a dos años cobrará un 20% de interés de aquel puñadito que confió a su banco hace un lustro.
Al menos podrá chupar los huesos de lo que esa manada de especuladores dejarán de la economía mundial, porque otros tendran que huir para no ser devorados ellos mismos. Eso sí, con su inestimable ayuda.
JUANMAROMO
miércoles, 26 de mayo de 2010
jueves, 13 de mayo de 2010
EN CUERPO Y ALMA
¿Cuándo llegaremos a comprender que el alma y el cuerpo forman una entidad indisoluble?
¿Cuándo acabaremos de entender que el mal de uno acaba dañando el otro de una manera irremisible?.
La sociedad de consumo se centra masivamente en crear necesidades superfluas que envenenan nuestro cuerpo y desequilibran nuestra mente de tal manera que nunca una
generación estuvo tan enferma teniendo un aspecto tan saludable.
Vemos a los negros en sus territorios naturales, no tienen video consolas, no tienen Iphone, pero los niños corren felices por los campos con la luz en la mirada, mientras las madres tejen
sus ropas y preparan sus comidas al aire libre con un bebé en los brazos.
Pero claro, esta imagen es solo un espejismo desde que les robamos sus cosechas, les envenenamos las aguas y les vendemos armas cargadas de odios prefabricados.
Los niños ya no juegan, empuñan fusiles de asalto y las mujeres mueren de sida sin nadie que les acompañe en el viaje. La multinacionales del petróleo, del oro y de las materias primas han hecho del último paraíso, un infierno en la tierra.
Si volvemos la vista, vemos a nuestros jóvenes competir por quien tiene el móvil más avanzado, el ordenador más rápido o la pantalla de plasma más grande, pero se pasan el día
sin el calor de sus padres, jugando con la video consola o tragando telebasura, mientras los adultos vendemos nuestro tiempo por treinta monedas y nos condenamos a hipotecas de
cadena perpetua.
Cada día surgen nuevas enfermedades producidas por los pesticidas, los transgénicos o por el Stress inhumano al que estamos sometidos, las multinacionales químicas multiplican sus
beneficios a costa de nuestra salud, mientras las agencias publicitarias se encargan de crearnos traumas para que echemos el resto en cosméticos y operaciones de pornoestética.
¿Es esta la sociedad que queremos? ¿En qué punto tomamos el camino equivocado?.
Lo que está claro es que esta vía nos conduce al desastre como individuos y como especie, espero que no sea demasiado tarde para volver a la senda que jamás debimos abandonar.
martes, 11 de mayo de 2010
LOS INTERESES BASTARDOS
Siento como el hilo que me une al mundo se hace cada vez más fino. Demasiados desengaños, demasiadas esperanzas podridas en el frigorífico, demasiadas decepciones amargas.
Y ese hilo lo llevo atado del corazón, lo estira, lo ahoga, lo aprisiona hasta hacer que le falte el aire mientras intento sobrevivir en un mundo de intereses pactados, de silencios cómplices, de renuncias forzadas.
Quizás pertenezco a otro planeta porque no me gustan los pactos entre bambalinas, porque aún confío en el hombre, porque de momento no conozco mi precio, pero odio las calladas que otorgan y las genuflexiones serviles.
Soy un allien en este mundo “políticamente correcto” pero terriblemente hipócrita, en este mundo de sonrisas vacías, de apretones de manos lacias, de gente que no te mira a los ojos.
Maldigo la política de intereses bastardos, el diálogo de sordos, los dogmas y consignas. Por eso y por tantas otras cosas, cada vez creo menos en las asociaciones, en los sindicatos, en los partidos.
Cuando los intereses del grupo prevalecen sobre los de los representados, cuando los personalismos son más importantes que los resultados, y la verdad es el patito feo en la charca de las componendas, me dan ganas de recoger el hatillo y retirarme a la ermita de las cumbres a ver pasar la vida desde mi atalaya, pero cuando veo tanta gente desorientada, tantas manos que se tienden, tantos ojos que esperan una sonrisa, no puedo por menos que hacer de tripas corazón y seguir en la brecha, con la esperanza de que jamás me deje arrastrar por la corriente.
viernes, 7 de mayo de 2010
ANIMAL FARM
Por si alguien lo ponía en duda, en estos últimos días se está demostrando que “El Gran Hermano” existe. Muerto ya Napoleón, el cerdo marxista-leninista, los nuevos propietarios han dejado la gestión de la granja a un grupo de capital-riesgo que trabaja a comisión y están dispuestos a recuperar el tiempo perdido. El negocio ya no está en ordeñar a las vacas, no, eso lo dejan para los pequeños empresarios, el negocio consiste en especular con la leche, los huevos y todos los productos que sean susceptibles de ser manipulados. Han creado enormes almacenes donde guardan la producción a la espera de que la carencia haga subir los precios.
No importa que la gente pase hambre, para eso son los parias de la tierra, luego, sin previo aviso, lanzan al mercado todos sus stocks, arruinando a los pequeños comerciantes que habían comprado a un precio abusivo. Pero lo mejor de todo, es que han hecho creer a los habitantes de la factoría, que son ellos los propietarios, les venden acciones a cambio de un aumento de la productividad y los pobres animalicos, trabajan con ahínco esperando el cobro de los dividendos, o los magros intereses que a modo de limosna les dan una vez al año.
Las pantallas estratégicamente instaladas, les informan de como aumenta el valor de sus acciones, y el precio de sus pocilgas, y ellos, trabajan de día y noche para ser más y más ricos. Con tanto trabajo, no tienen tiempo de educar a sus crías, pero no hay problema, el sistema los va moldeando a base de telebasura y consumismo masivo, hay que preparar a las nuevas generaciones para que no pongan en duda la bondad del sistema.
Un día, sin previo aviso, las pantallas de El Gran hermano dan la voz de alarma, las acciones ya no valen nada, el valor de sus chozas se ha reducido a la mitad, y los almacenes de pienso están vacios. ¿Habrá sucedido un cataclismo se preguntan atemorizados?, pero no, por las ventanas de la granja todo se ve como antes, el campo sigue verde, y el sol continua brillando en el cielo. Desde hace unos días, les han recortado la ración y han corrido los rumores de que aquellos que ya no puedan trabajar, serán sacrificados a los pocos meses. Se han levantado algunas voces de protesta, pero los perros de presa están al quite para acabar con los contestatarios.
Los nuevos monitores TDT, con mejor imagen y calidad de sonido, avisan que hay que trabajar el doble por una ración aún más magra, para reponer los almacenes, mientras muchos de los pobladores de la factoría, tienen que dormir en la calle porque les han embargado sus cubiles. Mientras, los propietarios están viajando entre paraísos fiscales colocando sus beneficios a buen recaudo y planificando los nuevos ciclos para incentivar la productividad de su emporio. El gran capital, ya no es el empresario, ya no tiene apellidos, es un monitor omnipresente que da las órdenes, controla la bolsa y maquina las guerras a su conveniencia.
El nuevo gran hermano es todavía más poderoso, omnipresente y tiránico que el de Orwell y la vieja granja se ha extendido por todo el planeta, llenando la tierra de purines y excrementos, talando las selvas y envenenando las aguas. Parece ser que los creadores del macro sistema informático, se olvidaron de incluir en el programa la clausula de , que una vez quemado el vio sistema, ya no teníamos a donde migrar, pero claro, al Gran Hermano no le preocupa, al fin y al cabo él es solo una máquina que se reproduce a sí misma.
No importa que la gente pase hambre, para eso son los parias de la tierra, luego, sin previo aviso, lanzan al mercado todos sus stocks, arruinando a los pequeños comerciantes que habían comprado a un precio abusivo. Pero lo mejor de todo, es que han hecho creer a los habitantes de la factoría, que son ellos los propietarios, les venden acciones a cambio de un aumento de la productividad y los pobres animalicos, trabajan con ahínco esperando el cobro de los dividendos, o los magros intereses que a modo de limosna les dan una vez al año.
Las pantallas estratégicamente instaladas, les informan de como aumenta el valor de sus acciones, y el precio de sus pocilgas, y ellos, trabajan de día y noche para ser más y más ricos. Con tanto trabajo, no tienen tiempo de educar a sus crías, pero no hay problema, el sistema los va moldeando a base de telebasura y consumismo masivo, hay que preparar a las nuevas generaciones para que no pongan en duda la bondad del sistema.
Un día, sin previo aviso, las pantallas de El Gran hermano dan la voz de alarma, las acciones ya no valen nada, el valor de sus chozas se ha reducido a la mitad, y los almacenes de pienso están vacios. ¿Habrá sucedido un cataclismo se preguntan atemorizados?, pero no, por las ventanas de la granja todo se ve como antes, el campo sigue verde, y el sol continua brillando en el cielo. Desde hace unos días, les han recortado la ración y han corrido los rumores de que aquellos que ya no puedan trabajar, serán sacrificados a los pocos meses. Se han levantado algunas voces de protesta, pero los perros de presa están al quite para acabar con los contestatarios.
Los nuevos monitores TDT, con mejor imagen y calidad de sonido, avisan que hay que trabajar el doble por una ración aún más magra, para reponer los almacenes, mientras muchos de los pobladores de la factoría, tienen que dormir en la calle porque les han embargado sus cubiles. Mientras, los propietarios están viajando entre paraísos fiscales colocando sus beneficios a buen recaudo y planificando los nuevos ciclos para incentivar la productividad de su emporio. El gran capital, ya no es el empresario, ya no tiene apellidos, es un monitor omnipresente que da las órdenes, controla la bolsa y maquina las guerras a su conveniencia.
El nuevo gran hermano es todavía más poderoso, omnipresente y tiránico que el de Orwell y la vieja granja se ha extendido por todo el planeta, llenando la tierra de purines y excrementos, talando las selvas y envenenando las aguas. Parece ser que los creadores del macro sistema informático, se olvidaron de incluir en el programa la clausula de , que una vez quemado el vio sistema, ya no teníamos a donde migrar, pero claro, al Gran Hermano no le preocupa, al fin y al cabo él es solo una máquina que se reproduce a sí misma.
jueves, 6 de mayo de 2010
LA FIEBRE DEL ORO
Cuando en los años 60 salíamos a la calle voceando “Llibertat, amnistía i estaut d’autonomia” estábamos muy lejos de imaginar en qué iba a degenerar todo esto. Corríamos perseguidos por las porras y las bolas de goma, pero nosotros perseguíamos la utopía, por eso éramos, como ella, inalcanzables.
Ya a los pocos años, Llach lanzó la voz de alarma con aquel profético “No és això” que le valió la animadversión de los “Funcionarios del negociao de sueños” que se habían encaramado a la escalera y usaban los puños para algo más que para mantenerlos en alto.
La caída del muro, fue el pistoletazo de salida y el “tanto vendes tanto vales”, el grito de guerra con que las hordas capitalistas tomaron al asalto las empresas públicas, los mercados de valores y la conciencia colectiva.
Los partidos de izquierda fueron perdiendo terreno y refugiándose en las trincheras de la ambigüedad ideológica. Desaparecieron los comunistas, el socialismo se convirtió en socialdemocracia y los verdes se fueron destiñendo hasta acabar siendo transparentes.
La entrada en la moneda única, provoco un blanqueo de dinero de tal calibre, que detrozó nuestro paisaje. Las costas se transformaron en puertos, los arrozales en campos de golf y las huertas de naranjos en urbanizaciones masivas.
Los ayuntamientos recalificaban, los especuladores compraban terrenos y voluntades, mientras la banca prestaba un dinero que no era suyo. Los banqueros se adjudicaban sueldos millonarios y los gobiernos miraban hacia otro lado mientras veían subir sus ingresos y apuntalaban sus votos. El proletariado desapareció, todos éramos clase media, propietarios de hipotecas a cadena perpetua y especuladores en re negociación de préstamos para hacer un crucero o montarnos un safari, ¡por fin éramos europeos!
Hace poco releía “La fiebre del oro” de Narcis Oller y me pareció tan actual que creí estar viendo un telediario, los siglos transcurren, las eras pasan, pero la ambición humana continua creciendo a medida que disminuye nuestro sistema de valores.
Ya no hay parias en la tierra con fuerzas para levantarse, porque la telebasura y la pornoeducación han castrado a nuestros hijos, la rebeldía ante la injusticia, el espíritu de lucha y la esperanza en un futuro mejor, han sido sustituidas por un consumismo a ultranza y un desprecio al trabajo y al esfuerzo como nunca hasta ahora se había conocido, mientras, la tierra comienza a estar tan intoxicada con nuestra basura y nuestros venenos, que el día menos pensado nos arrojará a todos al infierno, en un último y telúrico vómito.
¿Estamos a tiempo para evitar el apocalipsis? Creo que todavía nos queda la esperanza, pero la cuenta atrás ha comenzado y este es el penúltimo aviso.
Ya a los pocos años, Llach lanzó la voz de alarma con aquel profético “No és això” que le valió la animadversión de los “Funcionarios del negociao de sueños” que se habían encaramado a la escalera y usaban los puños para algo más que para mantenerlos en alto.
La caída del muro, fue el pistoletazo de salida y el “tanto vendes tanto vales”, el grito de guerra con que las hordas capitalistas tomaron al asalto las empresas públicas, los mercados de valores y la conciencia colectiva.
Los partidos de izquierda fueron perdiendo terreno y refugiándose en las trincheras de la ambigüedad ideológica. Desaparecieron los comunistas, el socialismo se convirtió en socialdemocracia y los verdes se fueron destiñendo hasta acabar siendo transparentes.
La entrada en la moneda única, provoco un blanqueo de dinero de tal calibre, que detrozó nuestro paisaje. Las costas se transformaron en puertos, los arrozales en campos de golf y las huertas de naranjos en urbanizaciones masivas.
Los ayuntamientos recalificaban, los especuladores compraban terrenos y voluntades, mientras la banca prestaba un dinero que no era suyo. Los banqueros se adjudicaban sueldos millonarios y los gobiernos miraban hacia otro lado mientras veían subir sus ingresos y apuntalaban sus votos. El proletariado desapareció, todos éramos clase media, propietarios de hipotecas a cadena perpetua y especuladores en re negociación de préstamos para hacer un crucero o montarnos un safari, ¡por fin éramos europeos!
Hace poco releía “La fiebre del oro” de Narcis Oller y me pareció tan actual que creí estar viendo un telediario, los siglos transcurren, las eras pasan, pero la ambición humana continua creciendo a medida que disminuye nuestro sistema de valores.
Ya no hay parias en la tierra con fuerzas para levantarse, porque la telebasura y la pornoeducación han castrado a nuestros hijos, la rebeldía ante la injusticia, el espíritu de lucha y la esperanza en un futuro mejor, han sido sustituidas por un consumismo a ultranza y un desprecio al trabajo y al esfuerzo como nunca hasta ahora se había conocido, mientras, la tierra comienza a estar tan intoxicada con nuestra basura y nuestros venenos, que el día menos pensado nos arrojará a todos al infierno, en un último y telúrico vómito.
¿Estamos a tiempo para evitar el apocalipsis? Creo que todavía nos queda la esperanza, pero la cuenta atrás ha comenzado y este es el penúltimo aviso.
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