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lunes, 20 de septiembre de 2010

LA POLÍTICA O EL ARTE DE LA CONVIVENCIA

La política debería ser el arte de la convivencia, un conjunto de leyes, derechos y deberes para conseguir una sociedad armónica y justa. Desde los orígenes del hombre, el poder lo ha ostentado el más fuerte, primero el que tenia la fuerza bruta, más tarde el que poseía la riqueza y las tierras. Para defenderse de los que nada tenían, inventaron las leyes.
Las penas eran crueles y resolutivas, cortar la mano al ratero y pena de muerte al ladrón o al rebelde, el miedo era la mejor de las garantías para mantener el orden establecido.
Han pasado los siglos, y los sistemas políticos han evolucionado desde los dictadores de las polis griegas hasta las democracias parlamentarias, pasando por las monarquías, imperios y regímenes comunistas, pero detrás de cada forma de gobierno siempre ha habido un rey absoluto, el dinero.
El dinero sirve para comprar objetos, servicios y satisfacciones, pero sobre todo sirve para comprar poder. Ese poder para decidir la vida o la muerte, la riqueza o la ruina, la salud y la enfermedad de pueblos enteros, es lo que se ha dado en llamar “La erótica del poder”, una droga más dura y destructiva que la heroína.
En un sistema parlamentario, los gobernantes son elegidos por el pueblo, pero en realidad lo que votamos son las listas cerradas que los partidos nos imponen no elegimos a nuestros representantes si no unas siglas tras las cuales se refugian personas honradas y auténticos delincuentes.
La política es necesaria y nuestra participación, imprescindible, gracias al pasotismo del pueblo, los políticos pueden cometer corruptelas, desmanes y tropelías que de otra forma les sería imposible, el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente.
Tengo mi ideología política, y aunque a veces no sé a quién votar, tengo muy claro a quien no votar pero confieso que en las próximas elecciones, a no ser que el panorame cambie diametralmente, votaré en blanco.  Tener que elegir entre un partido de ineptos e incompetentes, otro de corruptos filofascistas o un tercero de  verdes desteñidos y divididos no es como para lanzas cohetes, lo que no haré jamás es quedarme en casa, el derecho a voto a costado mucha sangre, y ejerceré más como una obligación que como un derecho.
Un millón de votos en blanco seria una bofetada contra la clase política y una advertencia de que algo debe cambiar drásticamente, leyes constitución y quizás forma de gobierno, lo que está claro que no voy a tragar con la célebre consigna “Algo debe cambiar, para que nada cambie,”.
juanmaromo

jueves, 6 de mayo de 2010

LA FIEBRE DEL ORO

Cuando en los años 60 salíamos a la calle voceando “Llibertat, amnistía i estaut d’autonomia” estábamos muy lejos de imaginar en qué iba a degenerar todo esto. Corríamos perseguidos por las porras y las bolas de goma, pero nosotros perseguíamos la utopía, por eso éramos, como ella, inalcanzables.

Ya a los pocos años, Llach lanzó la voz de alarma con aquel profético “No és això” que le valió la animadversión de los “Funcionarios del negociao de sueños” que se habían encaramado a la escalera y usaban los puños para algo más que para mantenerlos en alto.

La caída del muro, fue el pistoletazo de salida y el “tanto vendes tanto vales”, el grito de guerra con que las hordas capitalistas tomaron al asalto las empresas públicas, los mercados de valores y la conciencia colectiva.
Los partidos de izquierda fueron perdiendo terreno y refugiándose en las trincheras de la ambigüedad ideológica. Desaparecieron los comunistas, el socialismo se convirtió en socialdemocracia y los verdes se fueron destiñendo hasta acabar siendo transparentes.
La entrada en la moneda única, provoco un blanqueo de dinero de tal calibre, que detrozó nuestro paisaje. Las costas se transformaron en puertos, los arrozales en campos de golf y las huertas de naranjos en urbanizaciones masivas.

Los ayuntamientos recalificaban, los especuladores compraban terrenos y voluntades, mientras la banca prestaba un dinero que no era suyo. Los banqueros se adjudicaban sueldos millonarios y los gobiernos miraban hacia otro lado mientras veían subir sus ingresos y apuntalaban sus votos. El proletariado desapareció, todos éramos clase media, propietarios de hipotecas a cadena perpetua y especuladores en re negociación de préstamos para hacer un crucero o montarnos un safari, ¡por fin éramos europeos!

Hace poco releía “La fiebre del oro” de Narcis Oller y me pareció tan actual que creí estar viendo un telediario, los siglos transcurren, las eras pasan, pero la ambición humana continua creciendo a medida que disminuye nuestro sistema de valores.

Ya no hay parias en la tierra con fuerzas para levantarse, porque la telebasura y la pornoeducación han castrado a nuestros hijos, la rebeldía ante la injusticia, el espíritu de lucha y la esperanza en un futuro mejor, han sido sustituidas por un consumismo a ultranza y un desprecio al trabajo y al esfuerzo como nunca hasta ahora se había conocido, mientras, la tierra comienza a estar tan intoxicada con nuestra basura y nuestros venenos, que el día menos pensado nos arrojará a todos al infierno, en un último y telúrico vómito.
¿Estamos a tiempo para evitar el apocalipsis? Creo que todavía nos queda la esperanza, pero la cuenta atrás ha comenzado y este es el penúltimo aviso.

jueves, 21 de enero de 2010

POLÍTICOS Y MERCENARIOS



Debo reconocer que Rosa Diez me caía bien, me parecía una persona coherente y de ideas claras, aunque discrepara con ella en muchas cosas, pero últimamente se ha quitado la careta.
Durante la huelga de hambre de Aminatu, la acompañó durante largos periodos, dándole su apoyo y soporte, viajó al Sahara, y se entrevistó con sus hijos, afirmando con toda razón que si Amanitu moria, seria una vergënza para España y para el mundo.
Juan Vilas que lleva semanas en huelga de hambre luchando por unos derechos que son los suyos y los nuestros, reivindicando con su salud y su vida la atención sanitaria y legal que se nos niega, pero Juan, no existe para La Señora Rosa.
No es rentable acercarse al portal donde se consume Juan, a interesarse por su salud y por sus reivindicaciones, los medios de comunicación estaban mucho mas pendientes de la líder Saharhui que de un pobre hombre desesperado, condenado a la miseria por obra y gracia de unos políticos sin escrúpulos y sin corazón, y Doña Rosa no quiere ensuciarse la manos ni el curriculum con un albañil enfermo y contestatario. Y yo me pregunto ¿Dimitirá alguien si Vilas muere?, ¿será una vergüenza para España y para el mundo?, quizas los políticos se guardan la vergüenza para exhibirla como la sonrisa profiden a la caza de aplausos.
Como él mismo se lamantaba hace unos dias "Si fuera un etarra, me harian más caso".
Esta es la clase política que tenemos, pendiente de la foto y de los votos, de mantener la poltrona, o de conseguirla a costa de lo que sea, pero incapaces de extender la mano a quien realmente lo necesita.
¡Qué bien los retrató Aute en su canción “La belleza”



Míralos, como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
mas que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza...

jueves, 19 de noviembre de 2009

CAPITALISMO Y DEMOCRACIA



España ha sido desde siempre, un país huérfano de libertades. Siglos de monarquías absolutistas, cuartelazos y dictaduras, han configurado un carácter más próximo al vasallaje que a la ciudadanía. Somos un pueblo descontento, que protesta en voz baja pero calla en voz alta, un país que espera que el gobierno nos lo de todo hecho y que desdeña responsabilidades en la gestión de la política activa.
España tenía la oportunidad de estrenar una democracia con el pueblo volcado en su defensa. Una juventud comprometida y unos activistas políticos bregados en la lucha antifranquista nos daban una mano ganadora, pero algo falló desde el principio.
La democracia se sostiene en tres pilares, la justicia, la enseñanza y el bienestar social, entendiendo dentro de este concepto el derecho a una vivienda y a una sanidad digna y acorde a nuestro nivel económico como país, pero “los señores de la tierra” no podían dejar escapar pastel tan suculento.
La justicia ha sido endémicamente la cenicienta de nuestra administración, lenta burocratizada y carente de medios. Si quieres una garantía procesal, búscate un gabinete de prestigio, muchos jueces se cuadran cuando ven aparecer al letrado que en lugar de toga, luce una brillante aureola.
La enseñanza, si bien en los primeros años vivió un resurgir esperanzador, poco a poco fue víctima de los intereses económicos, con diversas estratagemas y artimañas se favoreció descaradamente a la escuela concertada sobre la pública, convirtiendo a muchas escuelas e institútos, en auténticos guetos.
El llamado “Estado del bienestar”, nació tullido desde el momento en que la vivienda se dejó totalmente en manos de la iniciativa privada. En las grandes ciudades era imposible encontrar un piso de protección oficial, y las inmobiliarias hicieron su agosto inflando precios ante una demanda indefensa y entregada. El estado debió haber primado la construcción de pisos asequibles y dignos en gran escala, dejando el mercado libre para aquellos que quisieran accedes a residencias de alto standing, pero los propietarios de terrenos y las constructoras se llevaron la parte del león, dejando tan solo los despojos.
La seguridad social, un engendro franquista ineficaz y anquilosado, debió ser derruida y levantada de nuevo, pero la clase médica y el alto funcionariado no estaban por la labor así que se optó por ir parcheando el globo y esperar que no reventara antes de tiempo, las clases medias optaron por la medicina privada mediante mutuas o igualas para escapar de las colas y esperas interminables a que les condenaba el sistema público.
Han pasado treinta años y el sistema ha entrado en una crisis profunda, la clase política corrupta y desprestigiada, el capitalismo en bancarrota y la ciudadanía buscando culpables sin mirarse al espejo.
Estamos en un callejón sin salida, o tiramos las paredes a patadas, o nos quedamos encajonados en la miseria, porque llegado a este punto, no se puede volver atrás.