sábado, 31 de octubre de 2009

EL AMOR ES MÁS PODEROSO QUE LA MUERTE

Llevaban cincuenta años juntos, medio siglo de amor compartiendo penas y alegrías, ayudándose mutuamente, pero ahora se acercaba el final del camino.

Esa misma tarde, el galeno había visitado a Ibrahim, que estaba gravemente enfermo y con un gesto adusto, se había dirigido a Fátima.

-De esta noche no pasa, su corazón no aguantará más de unas horas-

y con la tristeza en el rostro, se alejó de aquella casa a la que había asistido durante años como médico de cabecera.

Fátima saco una cadena del armario, unió su brazo con el de su esposo cerrándola con un candado, y arrojó las llaves por la ventana.

A media noche, llegó el ángel de la muerte.

-Apártate mujer, vengo a llevarme a tu marido-

- Lo sé, pero no le dejaré solo, llévame con él-

-Lo siento, pero Alá solo me permite llevar a quien me muestra el destino, y a ti aún no te llegó la hora-

-Pues tendrás que llevarnos a ambos o a ninguno- respondió la mujer- Esta cadena nos unirá para siempre porque destruí la llave-

El ángel se quedó pensativo y tras unos intantes de meditación respondió.

-No puedo llevarme a los dos, porque aún te queda un largo camino, pero sí puedo dejarle a él a tu lado hasta que vuelva a buscarte, podría fundir esa cadena con un soplo, pero ni yo podría separar vuestro amor, y tal como vino, desapareció en la oscuridad de la noche.

Al día siguiente en Bagdad no se hablaba de otra cosa.

-¡Realmente ha sido un milagro, ayer estaba prácticamente muerto, y esta mañana ha amanecido totalmente sano y como diez años más joven!-

Pasaron los tiempos y una noche el ángel volvió a recogerlos. Los encontró abrazados en el lecho con las manos entrelazadas, la sonrisa en los labios, y la luz en la mirada.

martes, 27 de octubre de 2009

EL EMBRUJO DE TUS BESOS

Anoche estaba agotado, tras un fin de semana de acostarnos a la cuatro de la madrugada solo tenía ganas de dormir, cerré el blog, me duché y afeité cuidadosamente y me introduje plácidamente entre las sabanas, miré de reojo y vi que la luz del despacho aún estaba encendida.

-Ya vendrá cuando quiera pensé-

Me acurruqué en mi rincón y cerré los ojos … De repente, sentí un aroma conocido, y unas cálidas manos que recorrían mi vientre, miré el despertador, ¡Las 2 A.M.!... me volteé para darle el beso de buenas noches y eso fue mi perdición.

Allí estaban sus labios, cálidos frutales y húmedos enroscándose en mi boca que ofrecía una leve resistencia. Cuando su lengua se abrió paso entre mis dientes mis barreras se desmoronaron.

El olor a hembra me iba penetrando, mis manos casi arrancaron los botones de sublanca camisa y sus senos levantaron el vuelo hacia mis labios como pájaros primerizos, mientras sentía el aldabonazo de mi sexo tocar a rebato.

Me alcanzó la fiebre, casi rasgué sus braguitas con los dientes antes de sumergirme en el oasis de sus muslos, su tierna desnudez me excitaba hasta el paroxismo.

Recorrí su cuerpo una y mil veces con la lengua encontrando nuevos sabores y matices en cada etapa del camino, no importaba ni la hora ni el tiempo ni el cansancio, mi deseo se desbordaba como un volcán en pleno aquelarre.

De repente todo empezó a girar como si alguien hubiera quitado el tapón del océano y fuera absorbido por un inmenso remolino, me enredé en su cuerpo como un hiedra y mi raíz penetró en su tronco vaciando mi savia entre sus aguas mientras un grito salvaje brotaba en mi garganta.

No podía parar, era como si una fuerza irrefrenable me arrastrara por sus laderas, me enredara entre su selva y me sumiera en sus húmedos abismos.

De repente se hizo la paz, me desplomé entre sus brazos, y me quede dormido como un bebé acunado en su pecho.

Esta mañana me he despertado exultante, he desayunado y me he ido a trabajar con la sonrisa luminosa, aunque confieso que a estas alturas, comienzo a estar un poquito cansado.

sábado, 24 de octubre de 2009

YO CONFIESO...



 Lo confieso, soy un traidor, soy un hombre que ha faltado a su palabra y ha cometido la peor de las infamias. Lo confieso, he sido débil, me he fallado a mi mismo y ahora estoy pagando las consecuencias.
Lo confieso, amo a otra mujer, no es un amor premeditado, buscado ni deseado, no es un amor fruto de la pasión ni del deseo, el amor que yo siento es limpio, intenso y luminoso como la luz del sol, un amor que me eleva hasta paraísos insospechados y que a veces se me clava en el corazón con sus garras de acero, porque, señor, soy un hombre casado.
Lo confieso, he traicionado mi promesa de fidelidad, pero amo a mi esposa más que a la misma vida, la amo con todas las fuerzas de mi corazón, con toda mi alma y todo mi entendimiento. No solo la amo, la deseo y cada día que pasa la siento más dentro de mí, y esa es mi tragedia, amo a dos mujeres más de lo que me amo a mi mismo.
Sé que lo honrado seria dejar ese amor clandestino, o en el peor de los casos, separarme de mi mujer, pero eso es totalmente imposible, mi vida se sostiene en dos pilares y si uno de ellos fallara, mi vida se desplomaría en el lodo de la desesperación.
               Estoy sometido a tremendas presiones, mi esposa, presiente, sospecha, sabe… y yo no puedo hacer más que negar, ocultar y fingir. Mi amante, por llamarla de algún modo me ama desesperadamente, me necesita y me reclama constantemente, y aunque jamás me ha presionado cada vez me siento más imprescindible para ella, irónicamente, cuanto más las amo, más sufro y más las hago sufrir.
Lo confieso, no puedo elegir, y en estos momentos me siento arrastrado por el destino hacia una catarata donde nos vamos a sumir los tres por no haber resistido la tentación de zambullirme en sus aguas.
Si hay alguien más allá de las estrellas, si alguien está escuchando mi plegaria, yo confieso que me siento convicto de un amor que me inunda, me consume y me desborda pero sin el cual ya no puedo vivir, una llama con dos mechas que me da la luz y el calor para seguir viviendo pero que consume mi cera a tal velocidad que temo agotarme en poco tiempo.
Si hay alguien más allá de las estrellas le pido que me ilumine o que me ciegue del todo, porque ya no me quedan lágrimas, porque el peor tormento es el de ser verdugo, porque a pesar de estar cumpliendo una dura penitencia, no puedo alcanzar ningún propósito de enmienda.
AMEN

Juanmaromo

viernes, 16 de octubre de 2009

LA CEREMONIA DE LA DESOLACIÓN




En poco tiempo he asistido al entierro de tres personas muy queridas. Dos de ellas fueron enterradas en el pueblo. Una ceremonia religiosa celebrada por un sacerdote que conocía al difunto, o que al menos se había informado concienzudamente sobre él, unas palabras de ánimo y esperanza a los familiares y todo el pueblo acompañando el duelo. Luego, el féretro era llevado al camposanto, y se le entraba a hombros de familiares y amigos. El foso ya estaba preparado y tras unos momentos en los que cada uno podíamos despedirnos con unas palabras, se le descendía a la tierra, y se le daba sepultura entre árboles y flores silvestres.

Pero hoy ha sido muy diferente, la ciudad destruye a sus hijos y devora sus cadáveres. Una ceremonia fría y desangelada en una capilla de diseño, un coche que se lleva el ataúd a toda velocidad hacia la ciudad sin nombre. Una vez allí, es izado con una plataforma hasta el séptimo cielo como si fuera un mueble, dos operarios lo introducen en el nicho y van tapiando el agujero mientras los familiares nos quedamos abajo como asistiendo a una mudanza.

Con pasmosa eficacia (ya la quisiera yo para los chapuzas que contratas en casa), terminan su trabajo y salen disparados a por otro agujero. Las coronas de flores se quedan en el suelo, mientras los sufridos asistentes nos vamos dispersando, más compungidos por el escenario y la puesta en escena que por la obra en si.

Recuerdo aquella estrofa de "Mediterráneo"; Arrojad al mar mi barca con un levante otoñal… y se me hace un nudo en la garganta. Yo no quiero que me almacenen como al Arca Perdida de Indiana Jones, prefiero arder en un suspiro y retornar al seno de la madre mar convertido en polvo de estrellas.

miércoles, 14 de octubre de 2009

PASANDO PÁGINA

Hoy es un día triste, uno de esos días en los que notas que una página de tu vida se ha cerrado y que a partir de ahora nada volverá a ser igual.

Ayer murió Félix. Félix era mi tío, pero era mi hermano, ese hermano mayor en el que nos miramos y al que queremos imitar.

Desde muy joven emigró a Barcelona en busca de horizontes y de futuro, la vida rural daba sus últimos coletazos, y no quedaba sitio para todos. Durante unos meses vivió en mi casa, jugábamos como dos críos, nos peleábamos en la cama salvajemente, recuerdo un día en que le clavé un tenedor en la nariz…

Era un hombre alegre, emprendedor y lleno de vida. Nada más acabar la mili, montó un pequeño negocio de transportes, compró una camioneta vieja y a base de sacrificios y de trabajo continuo, llegó a tener cien vehículos en su empresa.

A los 18 años, empecé atrabajar con él y así seguimos hasta que se retiró y me pasó la agencia. Veinticinco años de lucha, peleas, crisis. Los dos teníamos un fuerte carácter y a veces saltaban chispas, pero el respeto y el cariño siempre prevalecieron.

Tenía una mujer luchadora y paciente con la que compartió toda su vida, una casa con huerto desde la que se veía el mar. Allí cultivaba sus tomates, lechugas y frutales que luego compartía con la familia. Tenía un puñado de nietos que le adoraban, jugaba con ellos como antes jugó conmigo y tenía muchos años por delante para disfrutar del trabajo de toda una vida… pero ayer se marchó para siempre.

Presiento que ya tendrá su huerto preparado donde recuperar esa tierra que siempre llevó en su corazón, una tierra fértil, sin plagas ni sequías donde no arraigarán las malas hierbas y donde cada semilla rendirá ciento por uno.

viernes, 9 de octubre de 2009

JUGANDO A LA GUERRA

 
Cuando era niño, me encantaban las películas de guerra, ¡todo era tan heroico!... las batallas épicas, los militares, caballeros. Siempre ganaban los buenos, y la muerte era limpia y hasta deseable.
Los soldados eran ejemplos de nobleza, abnegados y obedientes hasta el fin. Las madres y las novias los despedían con orgullo entre bandas de música y los recibían victoriosos y cargados de medallas.
Cuando me hice mayor, deslumbrado por las propaganda, me apunté a las COES, "los guerrilleros" que les llamábamos entonces, allí pasé algunos de los meses más intensos de mi vida. Maniobras con fuego real, incursiones por las alcantarillas de Madrid con la mierda hasta a nariz, temperaturas de 15 bajo cero entre los hielos de Jaca con uniforme de entretiempo y temperaturas de 50 grados sin una sombra donde cobijarte entre las dunas de El Sahara.
Me enseñaron a matar en silencio, como seccionar la tráquea a un centinela para que no gritara, como partir el cuello por la espalda a un hombre sin darle tiempo ni a gemir, a desactivar granadas de salva, pero que podían arrancarte los dedos o dejarte ciego si no lo hacías en el tiempo debido.
Ví a chavales como yo, cagarse de miedo en la puerta del avión al lanzarse en paracaídas, y vi a un amigo morir en el salto porque el cabrón del sargento lo arrojó de una patada al ver que se quedaba paralizado de terror, no llevaba bien enganchado el mosquetón y el pánico le impidió abrir el paracaídas de mano.
Todo quedó en un desafortunado accidente, se echó tierra sobre el cadáver y sobre el asunto, no sin antes amenazarnos con un consejo de guerra si alguno se iba de la lengua, desde entonces todo lo castrense me produce arcadas.
Por suerte, hace años que desapareció el servicio militar obligatorio, pero a cambio se creó la figura del soldado profesional. Cuando veo a esos chicos alistarse como aquel que concurre a unas oposiciones me desespero.
De vez en cuando un grupo de estos jóvenes son enviados en misiones “humanitarias” al otro lado del mundo, y allí han de matar si no quieren morir, o han de morir si la patria así lo requiere.
No son soldados de remplazo, son profesionales de las armas adiestrados y mentalizados para matar y pueden morir como un albañil en la obra o un minero en las galerías, son los riesgos que asumimos al desempeñar un trabajo.
Una muerte siempre es una tragedia, pero todas las muertes son iguales, la del soldado en la batalla, la del bombero en el incendio, o la del chofer en la carretera.

miércoles, 7 de octubre de 2009

CON LA MIERDA HASTA EL CUELLO

Esta mañana mientras desayunaba, veía o más bien sufría uno de estos programas amarillos que se dedican a machacarnos con sus contertulios omnisapientes y portadores de verdades absolutas.

Pero hoy me ha llamado la atención el alegato en favor de un recluso español que cumple cadena perpetua en Grecia por tráfico de drogas.

Este caballero fue sorprendido en el 2001 con 26 kilos de heroína en el depósito de gasolina de su coche, y fue condenado por un tribunal heleno a la máxima pena permitida, se queja desconsoladamente de su soledad y de las condiciones inhumanas de las cárceles griegas, hace años que solicitó el traslado a una cárcel española, y parece ser que se le ha denegado en varias ocasiones.

El reportaje era lacrimógeno, presentaba al traficante, como una víctima, lloroso, compungido, como un niño sorprendido en una travesura y castigado al cuarto de las ratas. Conforme veía el pastiche, se me iba atragantando el desayuno, ¿se han parado a analizar el daño que causan 26 kilos de heroína pura?, ¿han meditado los cientos de vidas que pueden arruinar y segar?.

La heroína destroza física y síquicamente a la persona, te revienta, te consume, hace de ti una piltrafa humana, te engancha desde el primer momento entre sus garras y no te deja escapar, yo he convivido con personas, amigos atrapados por el caballo y es el infierno en la tierra.

Este señor hablaba del dolor de su familia, ¿se planteó el riesgo cundo empezó su aventura?, ¿sopesó cuantos miles de familias podría destrozar su cargamento?.

Cuando uno se juega su libertad, y lo que es peor, la vida de cientos de personas por ganar fácilmente y sin esfuerzo un impresionante fajo de euros, debe afrontar las consecuencias. Entiendo que este señor desee mejorar su calidad de vida, y mueva los resortes legales para conseguirlo, pero lo que no soporto es que una cadena de TV, un foco de telebasura, nos lo presente como una víctima a quien compadecer.

Todo está permitido en función de la audiencia. Macarras, zorronas, maltratadores, asesinos, ladrones de cuello blanco y dentro de poco, hasta violadores, cobraran su soldada por mostrar en público sus miserias, son los héroes mediáticos, la guía para nuestros hijos. ¡Y todavía hay quien los tiene durante horas tragando miserias con tal de que no les molesten!, no es de extrañar que unos años, muchos de ellos estén al otro lado de la pantalla.

juanmaromo