Me acurruqué en mi rincón y cerré los ojos … De repente, sentí un aroma conocido, y unas cálidas manos que recorrían mi vientre, miré el despertador, ¡Las 2 A.M.!... me volteé para darle el beso de buenas noches y eso fue mi perdición.
Allí estaban sus labios, cálidos frutales y húmedos enroscándose en mi boca que ofrecía una leve resistencia. Cuando su lengua se abrió paso entre mis dientes mis barreras se desmoronaron.
El olor a hembra me iba penetrando, mis manos casi arrancaron los botones de sublanca camisa y sus senos levantaron el vuelo hacia mis labios como pájaros primerizos, mientras sentía el aldabonazo de mi sexo tocar a rebato.
Me alcanzó la fiebre, casi rasgué sus braguitas con los dientes antes de sumergirme en el oasis de sus muslos, su tierna desnudez me excitaba hasta el paroxismo.
Recorrí su cuerpo una y mil veces con la lengua encontrando nuevos sabores y matices en cada etapa del camino, no importaba ni la hora ni el tiempo ni el cansancio, mi deseo se desbordaba como un volcán en pleno aquelarre.
De repente todo empezó a girar como si alguien hubiera quitado el tapón del océano y fuera absorbido por un inmenso remolino, me enredé en su cuerpo como un hiedra y mi raíz penetró en su tronco vaciando mi savia entre sus aguas mientras un grito salvaje brotaba en mi garganta.
No podía parar, era como si una fuerza irrefrenable me arrastrara por sus laderas, me enredara entre su selva y me sumiera en sus húmedos abismos.
De repente se hizo la paz, me desplomé entre sus brazos, y me quede dormido como un bebé acunado en su pecho.
Esta mañana me he despertado exultante, he desayunado y me he ido a trabajar con la sonrisa luminosa, aunque confieso que a estas alturas, comienzo a estar un poquito cansado.
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