Aun guardaba el aguijón de tus ojos clavados hasta las hieles, aquella despedida en que te dejé
marchar sin devorarte a besos, aquella mirada hermosamente triste que se borró como la sombras de la tarde. Esta vez quería desquitarme de tantas calles recorridas como dos extraños cuando yo quería abrazarte y tomar tu mano y tú te librabas de mi con las mil y una excusas.
Cuando apareciste, el corazón se me escapó del pecho. Habías vuelto, estabas aquí y esta vez era para quedarte.
Nos besamos y en ese momento reconocí aquellos labios que me habían dado la vida durante unos meses y supe que la vida nos brindaba una segunda oportunidad.
Caminamos por las calles como dos novios cogidos de la mano y bebiendo nuestros ojos, cuando llegamos al parking, nos deslizamos como dos enamorados buscando una sombra donde amarse, el asiento de atrás de un coche fue el lecho donde nuestros labios se reconocieron, donde nuestras bocas se hicieron una y sellaron un amor que vivirá para siempre.
Hubiera deseado entregarme a tí , besar tus pechos, embriagarme con la ambrosia de tu sexo, pero aun no era el momento.
Escapamos del nido y buscamos cobijo en el sofá de un hotel, donde nos dimos los últimos besos antes del almuerzo. Comimos poco, estábamos más pendientes de nuestras miradas, de nuestras palabras, nuestras manos se buscaban con fervor y nuestros ojos se besaban entre chispas. Esta vez me dolió dejarte, el coche se detuvo ante la estación y nos despedimos con un beso, estaba triste, pero esta vez sabia, que en el próximo encuentro se cerraría un círculo que llevaba abierto desde más de una vida.
JUANMAROMO