Ayer conocí a una Diosa. Habíamos hablado, nos habíamos escrito, compartíamos fotos música y secretos, pero sus ojos seguían siendo una hermosa incógnita enmarcados tras la pantalla o un marco de papel couché.
Una poeta, como le gusta llamarse, que ha recibido de manos del Nobel de literatura el doctorado Honoris Causa, que ha sido traducida a veinte idiomas y que está considerada como una de las cimas de la literatura universal estaba a punto de recibirnos. Se abrió la puerta y un cálido efluvio nos inundó. Como si de una hermana se tratara, nos estrecho en sus brazos y sus dulce voz nos envolvió los sentidos.
Allí estaba ella, desbordando humanidad y fuerza. Charlamos como si nos conociéramos de siempre, nos habló de su obra, de su vida, de sus experiencias con otros grandes de la literatura, siempre mirándonos a los ojos, compartiendo esa complicidad que se siente cuando estás con alguien muy especial.
Gloria y Lina conectaron de inmediato, en realidad fue ella quien me la descubrió de una manera casi traumática cuando colgó en el foro “Resucitado recuerdo”. Por unas circunstancias muy especiales, ese poema me impresionó como nunca otro lo había hecho y a partir de ese momento, la obra de Lina Zerón se convirtió en un precedente en mi poesía y en mi vida.
Nos regaló unos libros firmados, unas fotografías compartidas, pero sobre todo, esa cálida humanidad, ese cariño que solo algunos privilegiados saben irradiar con su sola presencia.
Hoy quiero decirte desde esta ventana, que si ayer te admirábamos, hoy te queremos y que ya formas parte de nuestras vidas. Gracias por tu poesía, por tu cariño y por ese halo que te envuelve y que compartes con aquellos que tenemos la suerte de conocerte. Que la vida sea prodiga en belleza y bondad para contigo, porque tú eres la vida misma.
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