Por fin llego el viernes. Hace una mañana fria pero luminosa, tras la lluvia, el día se despierta soleado , preludiando la llegada del fin de semana. ¡Cuántas esperanzas acumulamos a lo largo de esos cinco días que parecen meros peldaños para llegar al sábado!.
El viernes por la noche empieza la fiesta, cena relajada, una buena película para disfrutar mano a mano, horas de charla y confidencias. Luego, de madrugada, sumergirte entre las sábanas con la certeza de que mañana ..¡hoy!, el despertador no existe y si aun te quedan fuerzas entregarte a una sesión de mimoterapia intensiva para limpiar el alma de la pena negra.
A veces te despiertas a la hora habitual, pero instintivamente sabes que hoy toca indulto, te das la vuelta y duermes aún más a gusto. Es un tiempo de libertad condicional, hay que gozar hasta el último segundo, porque el lunes acecha implacable. Un paseo por la playa, una salida al bosque, o un día entero retozando entre las sábanas con el reloj de cara a la pared y el corazón a flor de piel son terapias infalibles para barrer las sombras que pretenden oscurecernos el sol.
El desayuno servido en la cama, una tostada crujiente, zumo natural, y un chute de café al gusto, te hacen salir disparado hacia el baño para disfrutar de una ducha compartida, y ¡quién sabe si con apoteosis final!. La vida es bella el fin de semana, la vida es vida, cuando puedes gozarla en buena compañía, sin prisas, sin tensiones, sin pausas. Disfrutar de unos deliciosos platos cocinado con amor y aliñados con cariño, una vela encendida, unas copas de cava un puente de miradas por encima de la mesa y unas caricias con los pies descalzos por debajo son un reflejo de lo que debía haber sido el paraíso. Un paraíso a nuestro alcance, aunque el Lunes por la mañana, suene el angel vengador para expulsarnos del Edén.
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