martes, 18 de enero de 2011

UN AMIGO EN EL CAMINO

Esta mañana, mientras caminábamos por un sendero del Pirineo, se nos acercó un perrito. Era un pequeño cazador que patrullaba por sus dominios, se aproximó prudentemente y antes de acercarse demasiado, marcó su territorio.
Gloria estaba sentada junto a un prado, y el animal comenzó a olisquearla, ella permaneció impasible mientras el can la reconocía, al no encontrar una recepción muy afectuosa, se retiró prudentemente y volvió a marcar territorio.
Seguidamente se dirigió hacia mí y comenzó la ceremonia de reconocimiento olfativo, permanecí inmóvil mientras él tomaba contacto, luego levantó su cabeza y me miró con ojos inquisitivos. Me arrodillé y comencé a acariciarle la cabeza, se acercó a mis rodillas y se restregó mientras cerraba los ojos en señal de complacencia. Durante unos minutos se produjo un intercambio afectivo sin que mediara palabra alguna, yo le rascaba la orejillas, le acariciaba el lomo, y le transmitía mi calor mientras él se dejaba hacer en silencio como si de un peluche se tratara. Pasado unos minutos, se retiró tal y como había llegado y regresó hacia su casa, curiosamente ya no necesitó marcar territorio, sabía que estaba entre amigos.
Anoche hablábamos del fuego ancestral, de ese calor que ningún artilugio artificial ha sabido imitar ni de lejos, hoy, en medio de la naturaleza, rodeado de montañas y caballos, respirando un aire cargado con todos esos aromas que solo la madre tierra nos proporciona, me he reencontrado con otro de nuestros compañeros de viaje, un perro libre, independiente, capaz de compartir afecto sin dependencia y cariño sin pedir nada a cambio y por unos instantes le he sentido como un igual. No necesitaba hablarme, sus ojos mostraban ese alma que todos los que amamos a los animales intuimos y que tanta compañía y consuelo es capaz de ofrecernos.
El camino de regreso ha sido aún más grato, es como si algo dentro de mí se hubiera reavivado. Gracias perro amigo, por hacerme sentirme más cercano a la tierra, a la naturaleza y a ese amor que debería unirnos a todos los hijos de Gea, gracias por recordarme que pese a la explotación, a la crueldad y al desprecio, seguís confiando en nosotros y sois capaces de darnos otra oportunidad.

JUANMAROMO  

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