Una amiga de "La comunidad" ha publicado un post sobre la confianza en la pareja, en él se narra la experiencia de una mujer que descubre por los SMS y los correos de su marido que este le es infiel, lo que desencadena una crisis de consecuencias imprevisibles.
Ha sido muy interesante leer los comentarios al respecto, porque algunos cuestionan el derecho de la mujer a leer la correspondencia privada de su marido, y aseveran que desde el momento en que ella viola el derecho a la intimidad de su compañero leyendo mensajes e investigando en el historial de su ordenador también rompe ese pacto de confianza tan fundamental en las relaciones de pareja.
Como pienso que cada pareja es un mundo, opino que generalizar es siempre juzgar injustamente, no es lo mismo una pareja que desde el primer momento establece unas reglas de confidencia en las que cada uno tiene un espacio privado de correspondencia, que siempre hablan de "mío" y "tuyo", que aquellas que desde el principio lo comparten todo y que siempre hablan de "nuestro" y "nosotros".
La mayoría de los cónyuges abren la correspondencia física que llega a casa aunque vaya a nombre del consorte sin que haya problema alguno, cuando uno de ellos empieza a ocultar correos, mensajes o llamadas telefónicas es porque algo no funciona, ¿qué debe hacer la persona que sospecha una infidelidad? ¿es legítimo que investigue las comunicaciones de su pareja a fin de confirmar la sospecha, o debería plantearle el tema abiertamente antes de recurrir a un método que hasta puede ser ilegal.
Personalmente creo que en la mayoría de los casos, el descubrimiento de los hechos se debe a los descuidos del culpable (casi siempre el hombre), que deja pistas evidentes para la perspicacia e intuición de la mujer, luego la curiosidad y la duda harán el resto.
Creo que en estos casos, la comunicación es fundamental para evitar la hecatombe y que la postura correcta del "damnificado" seria pedir explicaciones antes de entrar a saco en la privacidad del compañero supuestamente infiel, claro que una cosa es predicar y otra dar trigo y supongo que ninguno de nosotros sabemos lo que haríamos si se presenta la ocasión sobre todo en estos temas en los que el corazón manda indefectiblemente sobre la razón.
JUANMAROMO
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