miércoles, 26 de enero de 2011

¡¡DIOS NOS LIBRE DE LOS QUE HABLAN EN SU NOMBRE!!

La libertad de culto es un derecho inherente al ser humano, todos tenemos el derecho a creer y a pensar lo que nos dicta nuestro corazón y nuestro cerebro. La fe es uno de los pilares en los que se apoya la personalidad, todos de una manera u otra profesamos un credo que puede ser religioso, político o ideológico, pero esa creencia, por definición debe quedar restringida al ámbito personal sin invadir el espacio público.
Cuando la religión y el poder se ayuntan, crean seres contra natura, híbridos monstruosos que acaban devorándolo todo.
Durante siglos, la iglesia impuso sus dogmas a golpes de hierro y fuego, no dudó en aliarse con el imperio romano que había sacrificado a sus mejores vástagos en el circo, con tal de ponerse a la altura de El Cesar  y perpetuar sus ambiciones terrenales tan lejanas a las doctrina de Jesús.  La inquisición, el Santo Oficio y  "la cruzada contra el comunismo" son apenas unos pasos del vía crucis por el que nos han hecho transitar a todos los que nacimos dentro del periodo "Nazional Catolicista" y que llegó a sacar bajo palio a un dictador  sanguinario como si fuera el mismísimo Dios.
Los nacidos en la década de los cincuenta, recordamos la obligación de entrar en las iglesias con velos, mangas largas y faldas por debajo de las rodillas, la marginación que sufrían todos aquellos que no asistían a misa e incluso de las multas por no respetar el toque de ángelus o trabajar en Domingo. No debemos olvidar que hasta 1963, la legislación española permitía al padre o al marido matar a hijo o esposa si era sorprendida "en delito de sangre y honor", cuando el mismo Jesús había retado a los verdugos de María de Magdala a tirar la primera piedra, o la obligación de asistir por ley a las procesiones del corpus en muchas poblaciones.
Cuando veo a las mujeres musulmanas cubiertas con un pañuelo, me parece ver a las mujeres de mi infancia que a partir de los cuarenta años se embutían en un sudario negro y ocultaban sus preciosos cabellos bajo un tocado y un moño redentor y cuya viudedad las condenaba de por vida al celibato y al ostracismo.
La religión es uno de los pilares de nuestra cultura y de nuestra personalidad, todos creemos en algo, aunque no todos creamos en lo mismo, pero ese mismo derecho implica el respeto a las creencias ajenas. Toda práctica religiosa, sea la que sea, debe quedar restringida al ámbito personal, y cuando desee mostrase en público, debe seguir los mismos cauces legales que cualquier otra manifestación política o deportiva, con idénticos derechos y obligaciones. Hace unos días me enviaban un vídeo de las calles de Paris cortadas por musulmanes practicando sus cultos, pero aun palpitan en mi recuerdo los tres días se sitio que sufrimos los vecinos de "La Sagrada Familia" en Barcelona con motivo de la visita de El papa Benedicto. Calles cortadas, parkings inaccesibles y la obligación de circular con el carnet en la boca para entrar en nuestra propia casa como en los perores tiempos de la dictadura.

¡DIOS NOS LIBRE DE LOS QUE HABLAN EN SU NOMBRE Y DE LOS QUE LES SIRVEN DE ECO, SE LLAMEN COMO SE LLAMEN!

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