A veces pienso que nos refugiamos tras los problemas pequeños para no tener que enfrentarnos a los grandes. Nos pasamos la vida preocupándonos por el trabajo, la crisis, el consumismo y concentramos en ellos todas nuestras potencias, mientras los verdaderamente importantes subyacen tras esos árboles que nos impiden ver el bosque.
¿Cuál es el sentido real de nuestra vida?, ¿nos sentimos realizados como seres humanos? ¿hemos alcanzado aunque sea remotamente los ideales por los que luchamos en nuestra juventud?. La vida es una pregunta para la que no tenemos respuesta, un laberinto en el que detrás de cada puerta se encuentran otras nuevas, pero que una vez cerradas, ya no se pueden volver a abrir. ¿Que encontraremos al final de nuestro juego de la oca? ¿Se acabará la partida o volveremos de nuevo a la salida sin recordar que ya habíamos jugado anteriormente y sin sospechar que nuestros dados están trucados para que jamás lleguemos los primeros?
De vez en cuando, conviene aislarse del mundo, sumergirse dentro de uno mismo y hacer un arqueo de caja. ¿Cuál es nuestro balance? ¿nuestro saldo es deudor o acreedor?. A veces me da la impresión de que ni siquiera movemos las fichas, que nosotros somos las fichas creyendo ser los jugadores.
Unos minutos de meditación cada día, nos permitirán, abrir un poco el follaje de esos árboles que nos cierran el horizonte y comprobar donde y porque estamos donde estamos, y si vale la pena continuar jugando. Si realmente no sabemos quiénes somos, de dónde venimos y hacia a donde vamos, quizás valga la pena dar un manotazo al tablero y salir al exterior a buscar la luz del sol, un soplo de aire fresco y un horizonte que sea realmente nuestro, y no el decorado de cartón piedra en que hemos vivido hasta ahora. Quizás la única libertad que nos queda es la capacidad de decir NO!
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