domingo, 31 de octubre de 2010

LA ERA DE SATURNO

Vivimos en una sociedad cada vez más agresiva. Los ejecutivos, las vendedores, los políticos, todo aquel que desee triunfar en esta jungla debe ser despiadado e impío. Incluso la moda se apunta a esta corriente desenfrenada que nos lleva hacia ninguna parte. Los modelos, tanto masculinos como femeninos parecen felinos dispuestos a devorarnos, gestos desafiantes, maquillajes que refuerzan los gestos feroces se adueñan de la pasarelas y los anuncios, más bien parecen personajes de un manga.
¿Y qué decir del diseño?. Nada más tenemos que observar el frontal de automóviles y motocicletas para comprobar que estamos en plena carrera hacia la máxima expresión de la ferocidad, los faros simulan ojos enfurecidos y los frontales, bocas dispuestas a devorarnos a su paso. Los debates en los medios se han convertido en circos en los cuales, no triunfa la razón si no la calumnia y el insulto, y donde el más aplaudido suele ser el que tiene menos escrúpulos. Todo ello adquiere su más grosera expresión en los platos de telecirco y otras cadenas  en las que las batallas del coliseo romano parecerían juegos de niños comparadas con las que nos ofrece a diario la telebasura.
La agresividad es un mecanismo que nos permite defendernos y atacar en situaciones de peligro, pero no puede convertirse en una forma de vida a no ser que queramos acabar desquiciados y con el cuerpo y la mente en carne viva. Además se está propiciando una forma unidireccional de reacción, atacamos al más débil y nos doblegamos ante el más fuerte, de alguna manera es una forma de perpetuar la escala del poder. Admiramos y respetamos a los triunfadores que nos "agreden" con sus coches de lujo, sus mansiones palaciegas, con sus gestos desafiantes y obscenos, no importa que sean políticos corruptos o financieros sin escrúpulos, y en cambio descargamos nuestra ira contra los emigrantes y los marginados culpándoles de los males que precisamente nos están ocasionando los poderosos, el brillo del éxito nos deslumbra hasta cegarnos y acabamos adorándolos como al becerro de oro.
Otro síntoma preocupante, es nuestro desprecio hacia los ancianos, los discapacitados y todos aquellos que no puedan circular por las aceras como atletas, las bicicletas las motos y los monopatines , se adueñan de los espacios públicos atropellando a todo lo que se cruza en su camino, y si no pueden apartarse a tiempo se le insulta e increpa, es la ley de la selva, la jungla del asfalto es cada vez más feroz y peligrosa.
Ayer leía en la prensa que Berlusconi es cada vez más admirado y envidiados por los italianos. Si un personaje corrupto, chulesco y depravado puede convertirse en paradigma del triunfador es que no hemos aprendido nada como especie. La filosofía y la cultura son tan solo un barniz que nos recubre, pero que apenas lo rozas, deja al descubierto nuestro auténtico pellejo, el lagarto ancestral.

"  La envidia de la virtud
  hizo a Cain criminal
  ¡Gloria a Caín! hoy el vicio
  es lo que se envidia más".
   A. Machado

JUANMAROMO

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