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jueves, 10 de junio de 2010

LA PEQUEÑA HISTORIA DE UN GRAN CORAZÓN

Erase una vez un corazón enorme, un corazón henchido de amor y de cariño. Palpitaba por las calles de la ciudad y para todos tenía una sonrisa, un latido de consuelo, una mirada tierna. La gente le paraba por las aceras y le pedían consejo, él les abrazaba con todo su amor y les transmitía su energía, su vitalidad, su infinita dulzura,
A veces se cruzaba con un niño lloroso, con una embarazada primeriza o con un anciano de mirada perdida y se aceleraba de tal modo que debía sentarse en un banco del parque a recobrar el aliento.
Era un corazón feliz, sus aurículas bombeaban ríos de piedad y compasión que curaban las heridas de todo aquel que a él se acercaba. Su fama se extendió por toda la ciudad, la gente le saludaba con respeto y cariño y los niños jugaban con él como si fuera un perrito mimoso.
Pero un día, otro corazón, celoso del amor que despertaba, se la acerco ladinamente, le rodeó con sus arterias y le clavó en su ventrículo el puñal de la traición que consigo llevaba. Nuestro amigo empezó a desangrarse, la mordaza del desamor le robaba el aire y se acurrucó debajo de un árbol a intentar reponerse. La gente pasaba a su lado y murmuraban - ¡Que vergüenza, a estas horas y ya está borracho!-
Al poco noto como le faltaban las fuerzas, y extendió su mano pidiendo ayuda. Un niño que paseaba con su padre, preguntó - ¿Papá, que le pasa a ese pobre corazón?
-Nada hijo, que trabaje como todo el mundo y no tendrá que pedir-
Pasaban las horas y se iba encogiendo y haciéndose cada vez más pequeño, apenas palpitaba y su piel se arrugaba por momentos, de repente sonaron en sus oídos las risas de los niños, y pasaron por su cabeza todos aquellos momentos de ternura que había vivido en su vida, sintió que la noche le envolvía y cerró los ojos desangrado.
A la mañana siguiente, los empleados de la limpieza se encontraron un pequeño grumo rojo y arrugado tirado junto al tronco de un árbol.
-¿Que es esto? - Preguntó el más joven-
-No sé, debe ser una fruta tropical medio podrida que alguien ha tirado al suelo-
Y barriéndolo con la escoba, lo lanzó al carro de las basuras, mientras el cielo lloraba una lluvia fría y desconsolada que inundó de tristeza y para siempre el pecho de  todos los habitantes de la ciudad.
JUANMAROMO