Ya no sé si es que me he vuelto clarividente o sencillamente soy un boxeador sonado. Desde hace unos días parece que todo me resbala, que el mundo ya no va conmigo. Me miro al espejo y veo a alguien ligeramente conocido a quien no puedo identificar, mi mundo, mi entorno, me resulta extraño como si acabara de descubrirlo y hasta la gente que me rodea me resultan sombras en los muros de la vida.
Cuando las piernas no te sostienen, la mirada se nubla y el aire se hace llama, o te arrojas a la lona, o sigues lanzando crochets al vacio, buscando un contrincante al que hace tiempo le han vendido el combate. El publico abandonó los palcos y los jueces se reparten la carroña, pero yo sigo apaleando fantasmas, soñando con escuchar una campana que despierte de la pesadilla, pero el ballet macabro se hace eterno y acabo combatiendo contra mi propia sombra.
Estoy cansado de combates amañados, de jueces corruptos, de árbitros comparados, estoy agotado de servir de sparring, de poner la cara, de cruzar los guantes mientras otros negocian con mi vida y venden mi carrera en los mercados.
Y me bajo del ring alzando los brazos con aire victorioso, y me dirijo triunfante al vestuario donde me espera nadie, y allí vomito mi fracaso en el retrete y me ducho con salfuman ardiente para limpiarme la piel de tanta mierda.
Mientras. los buitres pelean su carroña en los despachos, las sirenas aúllan por las calles conduciendo la muerte y los niños siguen naciendo con fecha de caducidad.
Salgo a la calle y cruzo la avenida sorteando los coches y los charcos, hace siglos que llueve chapapote, pero me tumbo en un parterre esperando un nuevo sol que me caliente el alma mientras las ratas olisquean nerviosas barruntando su presa.
JUANMAROMO
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