Hace cuarenta años que zarpamos de Xeon, el tercer planeta en la órbita de alfa centauro. La vida en nuestro mundo estaba agonizando, la sobreexplotación de los recursos, la superpoblación y la contaminación extrema, nos habían llevado al borde de la extinción.
Iahvé, presidente del consejo planetario, decidió enviar una nave con veinte parejas reproductoras al planeta Tierra, un mundo lejano parecido al nuestro, con la idea de salvar nuestra especie del exterminio.
Durante dos años recibimos una preparación intensiva para sobrevivir en un mundo virgen, allí no tendríamos más tecnología que la de nuestra nave y deberíamos partir desde cero hasta afianzar la colonización de nuestro nuevo hogar.
Llegó el día D, nos introdujimos en nuestras cunas donde deberíamos permanecer en hibernación durante decenios, mientras, nuestro planeta se retorcía entre terremotos, inundaciones y temperaturas infernales. El proyecto se había desarrollado en el más absoluto de los secretos para no generar el pánico, pero todos sabíamos que el fin de nuestra civilización estaba cantado.
Hace veinticuatro horas terrestres, fuimos revitalizados por el sistema de a bordo, pero descubrimos horrorizados, que tan solo Adán y yo, habíamos sobrevivido a la odisea. Una lluvia de meteoritos había dañado la nave “Genesis” en la que viajábamos e inutilizado la mayoría de los circuitos, nuestra sección se había salvado milagrosamente, pero estábamos solos, solos ante la eternidad.
El aterrizaje fue terrible. Sin el control gravitatorio, la plataforma impactó violentamente contra la tierra y quedó incrustada entre unos árboles cuya especie nos era desconocida. No abrimos paso entre los restos del naufragio, no sin antes colocarnos las escafandras de supervivencia, el aire del planeta Tierra era demasiado puro para nuestros pulmones, y necesitaríamos de al menos cuarenta días para aclimatarnos al cambio.
Habíamos impactado en una zona boscosa comprendida entre dos ríos, cientos de especies animales y miles de plantas vivían en este entorno natural donde el agua manaba de las piedras y los frutos nos eran dados tan solo extendiendo la mano.
De pronto, recordé las órdenes que habíamos recibido de Iahvé, y corrí hasta la nave a rescatar el mensaje, intenté comunicarme con Xeon, pero todo fue inútil, nuestro mundo había dejado de existir. Recogí el chip con las instrucciones, y su voz resonó en medio del silencio.
“Creced, multiplicaos y dominad la tierra”
“Recuerda, Eva, que a partir de ahora, parirás con dolor a tus hijos, y tú Adán, te ganarás el pan con el sudor de tu frente”
“Y sobre todo, recordad lo que os ha traído hasta aquí. Que el orgullo y la avaricia no os hagan olvidar que sois uno más entre todos los seres vivos que pueblan vuestro nuevo hogar, y no volváis a comer de ese fruto maldito, que nos arrastró a todos a los infiernos”.
Pasaron los días, y una mañana desperté sin la máscara de aire, me quité el traje que aislaba de la vida, y sentí como el nuevo sol bendecía mi desnudez, corrí hacia Adán que dormitaba bajo un manzano, al verme brillar reflejada en las aguas, se arrancó sus ataduras y allí mismo me poseyó mientras los pájaros enmudecían, y una serpiente se retorcía de envidia, maquinando su terrible venganza.
JUANMAROMO
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