No deja de asombrarme la capacidad que tenemos para eludir responsabilidades y cargar las culpas a terceros, sobre todos si son instituciones o gobiernos.
Estamos sufriendo la peor crisis financiera desde la segunda guerra mundial que a su vez a provocado una crisis económica sin precedentes.
Cuando hace ocho años, los analistas nos alertaban de la formación de una “Burbuja inmobiliaria”, nadie les hizo caso, las hipoteca bajaban, el valor de los pisos subía desmesuradamente y todos nos creíamos ricos.
Hace seis años, algunos economistas, empezaron a recomendar que se suprimiera la desgravación en la declaración de renta por la adquisición de vivienda, pero sindicatos y ciudadanos se les echaron encima.
En los últimos cuatro años ya eran legión los que recomendaban una subida de intereses y la restricción crediticia para las hipotecas dudosas, pero nadie tuvo el valor de afrontar unas medidas tan impopulares, el gobierno por la pérdida de votos, los bancos, por el beneficio rápido en comisiones, y la ciudadanía que se negaba a creer lo que se le venía encima.
La burbuja estalló y entonces fue el llanto y crujir de dientes, los que hace unos meses se jactaban de haber conseguido un credito por el 120% del valor del piso tenían problemas para pagar los recibos, los que daban saltos de alegría cada vez que el precio de sus viviendas subía como la espuma, ahora se rasgaban las vestiduras porque no lograban vender sus últimas adqisiciones ni por la mitad.
Mientras tanto, los bancos con las arcas vacías de dinero y llenas de ladrillos, cerraron el grifo de los créditos, las pequeñas empresas se quedaron sin financiación y empezó la bola de impagados. Luego vinieron los concursos de acreedores, los cierres y los despidos masivos.
Autónomos, pequeños empresarios y trabajadores que en nada habían participado para formar la gigantesca burbuja, fueron los primeros damnificados, mientras el sistema financiero, el principal culpable del descalabro, recibía préstamos multimillonarios de los estados a bajísimo interés para evitar un crack como el del 29. Pero lo mejor de todo es que los responsable físicos de esta hecatombe, los presidentes y consejeros de los grandes bancos, no solo mantuvieron sus puestos y sus salarios astronómicos, si no que tuvieron la desfachatez de aumentarlos.
Estamos sufriendo la peor crisis financiera desde la segunda guerra mundial que a su vez a provocado una crisis económica sin precedentes.
Cuando hace ocho años, los analistas nos alertaban de la formación de una “Burbuja inmobiliaria”, nadie les hizo caso, las hipoteca bajaban, el valor de los pisos subía desmesuradamente y todos nos creíamos ricos.
Hace seis años, algunos economistas, empezaron a recomendar que se suprimiera la desgravación en la declaración de renta por la adquisición de vivienda, pero sindicatos y ciudadanos se les echaron encima.
En los últimos cuatro años ya eran legión los que recomendaban una subida de intereses y la restricción crediticia para las hipotecas dudosas, pero nadie tuvo el valor de afrontar unas medidas tan impopulares, el gobierno por la pérdida de votos, los bancos, por el beneficio rápido en comisiones, y la ciudadanía que se negaba a creer lo que se le venía encima.
La burbuja estalló y entonces fue el llanto y crujir de dientes, los que hace unos meses se jactaban de haber conseguido un credito por el 120% del valor del piso tenían problemas para pagar los recibos, los que daban saltos de alegría cada vez que el precio de sus viviendas subía como la espuma, ahora se rasgaban las vestiduras porque no lograban vender sus últimas adqisiciones ni por la mitad.
Mientras tanto, los bancos con las arcas vacías de dinero y llenas de ladrillos, cerraron el grifo de los créditos, las pequeñas empresas se quedaron sin financiación y empezó la bola de impagados. Luego vinieron los concursos de acreedores, los cierres y los despidos masivos.
Autónomos, pequeños empresarios y trabajadores que en nada habían participado para formar la gigantesca burbuja, fueron los primeros damnificados, mientras el sistema financiero, el principal culpable del descalabro, recibía préstamos multimillonarios de los estados a bajísimo interés para evitar un crack como el del 29. Pero lo mejor de todo es que los responsable físicos de esta hecatombe, los presidentes y consejeros de los grandes bancos, no solo mantuvieron sus puestos y sus salarios astronómicos, si no que tuvieron la desfachatez de aumentarlos.
Todos somos culpable en mayor o menor grado de la crisis, los especuladores por buscar riquezas desorbitadas, los bancos por financiar hipotecas basura, el estado, por no frenar esa carrera hacia el desastre, y sindicatos y ciudadanos por oponerse a medidas inevitables para evitar el caos, pero ahora todos nos sacudimos las pulgas y se las echamos al gobierno, que la tiene y mucha, pero no asumir nuestra parte de responsabilidad supone que no hemos entendido nada, y que dentro de unos años volveremos a caer en las mismas, suponiendo que salgamos de esta.
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