martes, 1 de agosto de 2023

NI BUENOS NI MALOS; ESTUPIDOS O INTELIGENTES

 

La humanidad no se divide entre buenos y malos, se divide entre inteligentes y estúpidos. El inteligente es amable, justo y equitativo, sabe que la felicidad solo se puede conseguir compartiendo el espacio y el tiempo con gentes felices. El estúpido es egoísta, cerril y misógino, lo quiere
todo para el y solo es capaz de disfrutar de sus riquezas sumiendo a los demás en la miseria. Los primeros son la sal de la tierra, los segundos son el granizo que todo lo arrasa.

AULLIDOS



En un recóndito valle del Pirineo, tenía Joan Subirach su residencia y museo, una mansión impresionante rodeada de altas cumbres en la que coleccionaba valiosísimas obras de arte, muchas de ellas inéditas, que procuraba acrecentar día tras día.
Como su aislamiento hacia inviable un sistema de alarma convencional y no quería tener guardaespaldas, adiestró una jauría de mastines entrenados para impedir al paso a cualquier intruso y colocó avisos en los accesos para evitar desenlaces fatales.
Una mañana, se encontró que habían forzado la verja del jardín y habían intentado penetrar en la estancia, pero no habían conseguido violar la puerta acorazada, l
o extraño es que los perros no habían dado señales de vida y no parecían haber sido envenenados, además jamás comían o bebían nada que no les ofreciera personalmente su amo.
Cuando llegó el entrenador y tras un meticuloso análisis de los hechos, determino que habían sido neutralizados con un emisor de ultrasonidos que dejaba a los molosos fuera de combate.
Pasadas unas noches, en plena madrugada, le despertaron unos aullidos furiosos y unos gritos desesperados, al salir se encontró con tres cuerpos destrozados y a los perros babeando y empapados en sangre, el entrenador les había implantado unos tapones que neutralizaban las frecuencias de los asaltantes y estos cayeron destrozados bajo sus feroces mandíbulas.
En unas horas los cadáveres fueron dispersados y enterrados por el monte, nunca más su volvió a saber de ellos, desde entonces, en el museo hay un nuevo óleo, una endiablada jauría saltando rabiosamente al ataque, una obra sin firma ni fecha sumida en lo más profundo de la galería a la que solo el propietario tiene acceso.
Cuentan los lugareños, la mayoría pastores y leñadores, que desde hace ya un tiempo se oyen en la madrugada gritos, aullidos, alaridos y lamentos, en principio creyeron que podía tratarse de lobos, pero a pesar de las intensivas batidas, jamás han podido encontrar ninguno.

HUELLAS EN LA ARENA (El libro)





Hoy he recibido un regalo, una muestra de amistad y cariño, uno de esos aldabonazos que te sacuden el alma. Cuando he abierto el continente, me he encontrado con un océano de colores rompiendo espumas entre sus hojas, unos textos caligrafiados con la pluma del corazón, unas letras que irradian belleza en cada trazo.
En la era de la desinformática en la que estamos perdiendo el arte de la escritura, en la que los correctores nos castran el lenguaje, es revolucionario crear un libro escrito con la pluma del alma y la tinta del sentimiento sobre un pergamino virgen y entregado.
Mara Ángeles ha tenido la amabilidad de ilustrar y dar vida varios de mis libros, como “El pincel y la pluma” pero lo que hoy he recibido me ha desbordado el alma de sentimiento y los ojos de lágrimas, un legado para la generaciones venideras que espero lo conserven como un tesoro, un tesoro que no tiene más precio que la amistad, el cariño, la admiración y el agradecimiento.
Gracias Mara Ángeles por estas páginas que no serán huellas en la arena si no letras grabadas con fuego en las tablas del corazón.